miércoles, febrero 21, 2007

Superar el estrés: ¿qué le impide dar el primer paso?



Motivos para no pedir ayuda

Aunque la situación puede llegar a ser insoportable, incuso dejar nuestro trabajo, o meter la pata de tal modo que incluso merezcamos un despido, o las consecuencias puedan ser penales, o perdamos la pareja, la estabilidad, la salud, la cordura.... la realidad es que seguimos negando la evidencia: “Houston, tenemos un problema”. Analicemos los motivos por los que desestimamos afrontar el asunto. Y cómo proceder cuando el estresado es “otro”.

Por: Mónica Grossoni, Socia –directora de SocialNet Grossoni.

Resumen


Superar el estrés, además de ser una sensación muy agradable y dar un giro a nuestra vida en enormes proporciones, parece que las personas que lo sufren en silencio, tienen algún tipo de impedimento profundo que les hace rechazar ayuda de forma sistemática.






Motivos para no pedir ayuda y crearse problemas de verdad

A lo largo del día, escucho muchas excusas. He hecho una lista con las más frecuentes, pues la lista amenazaba con prolongarse demasiado.

1. No saber parar de una vez, poner coto a una situación de emergencia. Tener sentido de cuando las cosas ya han ido demasiado lejos. Siguen enganchados a la corriente deshumanizadora cotidiana. La vorágine del día a día les absorbe y no saben hallar un hueco para hacer la terapia y el reaprendizaje

2. Miedo a algo que no se conoce

3. Desconfianza al especialista

4. Sentido del ridículo

5. Pensar que no es importante

6. Es muy caro.

7. Prefiero gastar mi dinero en otra cosa.

8. Creer que es algo pasajero y fácil de superar

9. No tener tiempo para afrontar el problema

10. Motivo cultural: nadie lo ha hecho porqué lo voy a hacer yo

11. Yo puedo hacerlo solo. Aún puedo con la situación: negación de la limitación propia.

12. Miedo al qué dirán: Ser tildado de incapaz de desarrollar el trabajo con eficiencia: ser un fraude, un flojo, de tratar de largar tareas que no me gustan o son ingratas.

13. “Los demás no me entienden, se reirán de mí”.

14. “Nadie aceptará este fracaso de mí”.

15. Si me retiro del trabajo, me echarán, perderé mi trabajo.

16. “Si muestro mi vulnerabilidad, perderé mi trabajo o me caerán críticas muy duras e insuperables”.

17. Autoengaño en el complejo de Superman o ser todo poderoso, imponernos demasiadas cargas y no aceptar los límites propios.

18. Cultura del mal uso de hábitos estresantes. “Aquí hacemos las cosas así”.

19. Síndrome de Jonás, o la autoimposición de la imposibilidad de brillar por el talento propio.

20. Negar la realidad: ha llegado el momento y aceptar que estoy bajo una situación extrema y que no puedo manejar... No darse cuenta de que la situación es desbordante.

21. Negación de la situación experimentada. A mí no me pasa eso. Eso es de débiles, de cobardes, de inútiles.

22. No tener punto de referencia de cómo se puede vivir y rendir sin estrés. Para rendir, es natural sentir la presión. Sin presión no hay avance posible.

23. Saber hacer comprender a los demás que necesitamos ayuda extra, delegar actividades, cambiar de estilo de vida. ¿Cómo le digo yo a mi familia que tengo que cambiar de trabajo?

24. Aceptación social del proceso. La sociedad aún no acepta este motivo como causante de bajas, dejar un empleo, cambiar el estilo de vida urbano.




La cuestión clave es: ¿Hasta donde deben ascender las pérdidas, para que usted decida hacer algo?

Recuerdo que tenía un jefe que me decía: “Mónica, hay dos tipo de empleados: los que hacen su trabajo y los que ponen excusas de por qué no pudo hacerse”. Siguiendo esta línea de pensamiento, hay dos cosas que pueden hacerse con el estrés: seguir cuesta abajo o ponerle freno. Todo es cuestión de CANTIDAD. Es decir, ¿hasta dónde deben ascender las pérdidas para que decidamos hacer algo? Hasta el infarto de miocardio, por ejemplo, puedo decir aún eso de “Yo aún puedo con esto”, “el estrés es de flojos”, “es normal un poco de ansiedad: despierta los sentidos”.

O peor, puede perder su negocio. Un ataque de pánico en plena reunión con clientes, tras una temporada de alto estrés, pues las ventas caen en picado, las pérdidas son insostenibles. Este pico de terror fugaz puede hacer que un negocio vaya a pique.

Un descuido puede ser letal. ¿Se imagina un cirujano estresado a la hora de decidir por dónde cortar o a un taxista estresado precipitándose a todo gas por la M-30 en obras?

Esto es muy frecuente. Atribuirlo a mil cosas, no es buena idea. Poner las cartas boca arriba, aceptar el hecho y atacar la raíz es un comportamiento inteligente.




¿Y si esto le ocurre a otro? ¿Cómo puede usted ayudarle?

Su compañero de trabajo, su jefe, su pareja, su vecino....puede tener un problema de estrés. ¿Cómo puede usted ayudarle?

Es usted la persona de su confianza. Si no lo es busque a la persona de su confianza y expóngale el asunto y que sea esta persona quien hable con el interesado.



Cosas que decir al interesado:

- Evidencias que está experimentando: Ansiedad, presión emocional, falta de energía, consumo de estimulantes, irritabilidad, comportamientos exagerados.

- Ponerse de acuerdo en que “esto es anormal”, hay que superar esta situación”.

- Más con menos. Déjele clara la idea de que lo normal es hacer su actividad actual de maneras menos tensa. Que sí es posible lograr buenos resultados con menos tensión.


Cómo proceder después:

-No espere que le dé la razón a la primera. Insista, ofrézcale pruebas, haga que experimente las consecuencias antes de que sean irreversibles.

-Impida, si está de su mano, que se encargue de actividades o asuntos potencialmente peligrosos.

-Avise a quien deba ser avisado. Personas que puedan verse afectadas por las consecuencias (riesgos proyectados), o que puedan hacer algo para evitar las consecuencias y el alto nivel de estrés.

-Quítese de en medio en lo posible.

-Pida apoyo profesional. Es el atajo.

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